jueves, 18 de abril de 2019

"Santas madres" por Vivi García

  “Llegaste a mí con tu risa cantarina / tu amor me hizo fuerte y me dio fe,
                                           
             todas las noches oscuras de mi vida /   brillaron a la luz de tu querer…”                                                                                                                     
              Luis Caruso (1958). “Bomboncito”.
                                                                                                         
       Melancólico Atrás era un tipo gris. Como apagadito.
   Un día su mamá le dio un gran consejo: “anda a bailar tango hijito, ¡andá a bailar!”. Y Melancólico la escuchó y dejó de estar opaco todo el día, porque alrededor de la siete de la tarde se despabilaba, se empilchaba lindo y se iba a una conocida milonga del barrio de Flores. Apenas llegaba, hecho un bombón, sus ojos y otros ojos de pestañas estiradas se encontraban. Después venía el turno del imprescindible cabeceo y unos segundos más tarde, el milagro del abrazo.
   A la medianoche, cuando las luces del salón comenzaban a apagarse, y una huída de tacones dejaba a la pista de baile sin caricias, Melancólico Atrás regresaba a su casa por la calle La Fuente rumbo a la avenida Directorio desparramando la luz y el brillo que fueron suyos por unas horas.
   Hasta que un domingo ¡con orquesta en vivo y todo! desde su mesa Melancólico relojeó a una mujer que era un manojo de coquetería, un derroche de simpatía. Él pudo percibir su perfume y su voz. Sin duda era nueva. Melancólico Atrás se tomó su tiempo como todo bailarín avezado, y la cabeceó.
   Durante los doce minutos que duró la tanda de Di Sarli los cuerpos amalgamados disfrutaron especialmente de “Bahía Blanca” como si lo bailaran por primera vez. Se fueron descubriendo tango a tango, tanda a tanda, orquesta a orquesta. Hubo miradas, gestos, silencios y una propuesta sutil.
   Al retirarse Alegría Acanomás dejó sobre la mesa de Melancólico una invitación a la milonga “El arcoiris del fuelle” que ella  organizaba en el barrio de Boedo.
   Por esas cosas del destino y de los sentires, hoy, Melancólico Atrás y Alegría Acanomás llevan adelante el rincón milonguero más concurrido de Buenos Aires.
   Antes de la medianoche en “el arcoiris del fuelle” Melancólico y Alegría bailan la última tanda. Nadie entiende por qué en ese momento la pista se enciende.
   A él, el gris se le perdió en la pista de la vida casi sin darse cuenta, y es lógico… con  la música, el baile, la poesía y ese arcoíris que surge cada vez que respira un bandoneón ya no queda lugar para nubarrones.
   Y todo gracias al consejo de una madre: “¡Andá a bailar tango hijito, andá a bailar!