Los zapatos
brillaron como espejos.
En la pista
fueron soles, luminarias, ¡pura luz!
Y al dibujar
un ocho milonguero
brotaron chispas
sobre el piso del salón.
Al llegar el
final irreverente
de la fiesta
del tango soñador,
se guardó el
calzado cual tesoro
para lucirse
en la próxima función.