Un hombre joven estaba sentado en un asiento del colectivo de esos que miran hacia atrás del vehículo. Yo lo observaba desde la última butaca y hubiese deseado tener la osadía de acercarme a él y fotografiarlo. Era bello verlo reír mientras leía un libro de tapas anaranjadas. De a ratos lo apartaba de su rostro para soltar la carcajada, y yo podía observar su disfrute libre, desinhibido, cantarín.
Mi curiosidad fue por más, mi cuello se estiró todo lo que puedo, mi mirada esquivó cuerpos, abrigos y mochilas, hasta descubrir la causa de la alegría del pasajero lector.
¡Cómo no iba a reírse de esa forma! Entre sus manos tenía uno de los libros de la colección del Negro Fontanarrosa.
Ya lo decía Borges, leer es "una forma de felicidad".