“En la pista de la vida” por Vivi García
Ilustrado por Broccha
Melancólico Atrás era un tipo gris. Como apagadito.
Claro que no estaba opaco todo el día, alrededor de las siete de la tarde se
despabilaba, se empilchaba lindo y se iba a la milonga de El Pial, en el barrio
de Flores. Apenas llegaba, hecho un bombón, sus ojos y otros ojos de pestañas
estiradas se encontraban. Después el imprescindible cabeceo. Y unos segundos
más tarde el milagro del abrazo.
A la medianoche, cuando las luces del salón
comenzaban a apagarse, y una huida de tacones dejaba a la pista de baile sin
caricias, Melancólico Atrás regresaba a su casa por la calle La Fuente,
desparramando la luz y los colores que fueron suyos por unas horas.
Hasta que un domingo, ¡con orquesta en vivo y todo!,
desde su mesa, Melancólico relojeó a una mujer que era un manojo de coquetería,
un derroche de simpatía. La escuchó reír y le pareció que sonaba la voz del
Zorzal en sus oídos. Sin duda, era nueva
en El Pial. Melancólico Atrás se tomó su tiempo, como todo bailarín avezado, y
la cabeceó.
Durante los doce minutos que duró la tanda de Di
Sarli los cuerpos amalgamados disfrutaron especialmente de “Bahía Blanca” como
si lo bailaran por primera vez. Se fueron descubriendo tango a tango.
Aquella noche hubo miradas, una tanda de milongas y
una propuesta sutil.
Al retirarse, Alegría Acanomás dejó sobre la mesa de
Melancólico una invitación a la milonga “El arcoíris del fuelle” que ella
organizaba en el barrio de Boedo.
Por esas cosas del destino y de los sentires, hoy,
Melancólico Atrás y Alegría Acanomás llevan adelante el rincón milonguero más
concurrido de Buenos Aires.
Antes de la medianoche, en la milonga “El arcoíris
del fuelle”, Melancólico y Alegría
bailan la última tanda. Nadie entiende porqué en ese momento la pista se
enciende.
A él el gris
se le perdió en la pista de la vida casi sin darse cuenta, y, es lógico, con la
música, el baile, la poesía y ese arcoíris que surge cada vez que respira un
bandoneón, ya no queda lugar para la oscuridad.
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