A menudo digo “aprendamos a mirar del vaso
lo que está lleno”. Intentando ser fiel a lo que predico merece esta cuarentena
ser vista desde su lado A, o sea, desde su faz positiva. Y para hablar con
justicia quiero contar las cosas que esta etapa me permitió aprender, ¡ahí va!
No se asusten lectoras/es no será larga la lista. En principio, aprendí a estar
sola, sin salir, sin encuentros, sin, sin, sin… Pero de repente apareció un
tiempo sin apuros y al unísono la necesidad de una rutina (clases, aprendizajes
nuevos, meditación, acompañamiento telefónico, contención… uf, tanto aprendí).
Y abracé a mis gatos como nunca, hablé de ventana a ventana con mis vecinos,
volví a muchas lecturas, me amigué con la tecnología, canté, bailé, recé por
todos porque yo soy todos y lo único que existe es un nosotros, “un mar de fueguitos”,
dijera Eduardo Galeano. Y esa consciencia, ese hallazgo de que “soy si somos”,
fue mi mejor mirada sobre el vaso de la vida.
Quizá
todo tenga su lado A. Más de una vez, en determinadas situaciones, no pude
verlo. No pude comprender ¡tantas cosas! Hoy, que sigo siendo una “buscadora” he
creado en mi corazón un cajoncito donde guardo aquellas preguntas que aún no
tienen respuesta. Pero seguiré buscando, porque de eso se trata, de no perder
la esperanza que cada día iré viendo con más claridad, con más discernimiento, y
en esto nada tiene que ver la razón.
La cuarentena me dio este espacio temporal,
y yo me di el lugar emocional necesario para viajar hacia adentro.
Cuando volvamos a las plazas de la vida
seremos expertos en muchas cosas.
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