Desde que Roberta viajó al cielo de los gatos, Renato intenta copiar sus hábitos para que la extrañe menos. Él cree que no me doy cuenta. A menudo le susurro al oído: ¡hola Robertita! ¡Qué grande estás! Y Renato se achica sobre el sillón que ella usaba y casi casi se parecen un poquito. Luego maúlla como gata y en ese preciso momento corro hacia él y le doy incontables besos y caricias por todos sus esfuerzos para traerla una y otra vez.
Amores gatos. Gatos de Amor puro. Puro amor "felinohumano".
Cuánta ternura en este relato. Me encantó. Gracias
ResponderEliminarGracias!
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