domingo, 21 de enero de 2018

"Algo es algo" por Vivi García

Actualmente suelo usar para contar un par de zapatos rojos como los que se usan para bailar flamenco. Siempre los miraba en una zapatería de Flores, pero como eran un poco caros, postergué su compra en varias oportunidades. Cuando por fin los adquirí decidí lucirlos en la fiesta de los cuentos. Estuve muy feliz con mi compra, no por el valor material ni por la fascinación que me causaban, sino por una deuda pendiente de la infancia.
Cuando era chica yo quería aprender baile español, pero como pasa en las familias numerosas, ,,, no hubo dinero para comprarme los zapatos. entonces mamá me convenció, y me anotó en un club del barrio para que tomara clases de ... judo. No era lo mismo, claro está, pero algo era algo para una niña tan activa como yo. Como era la quinta hija de la familia, mamá y papá hacían milagros con el dinero para cubrir las necesidades prioritarias, y como tampoco podían comprarme el traje adecuado para judo, mamá, tan habilidosa sobre su antigua Singer, me lo hizo ella con una tela blanca,resistente, que me permitiría hacer la práctica sin problemas. Confieso que en la primera clase temí que se descosiera mi kimono casero en la primera toma brusca. ¡Pero resistió! Mamá, una vez más, tuvo razón cuando me dijo: "Tranquila Vivita, el traje no se va a romper". Y así fue, tomé clases de judo durante mu cho tiempo, y hoy uso mis zapatos rojos para contar cuentos, que es una manera de bailar la vida.

De regreso. (microcuento) Vivi García

  En un vuelo nocturno de regreso de Bariloche, compartí el asiento con una madre muy joven y su niño de tres años. Cuando estábamos por aterrizar en Aeroparque el nene pegó su nariz a la ventanilla y dijo: "Mirá mami, se han caído las estrellas", y ella le respondió: "No se cayeron las estrellas hijito, es Buenos Aires que se ha encendido".

sábado, 13 de enero de 2018

"Aquí estoy autora".

A diario leo "El libro de la felicidad" de Marcelle Auclair. Editado por la Compañía General Fabril en Buenos, en 1962. Son lecturas diarias cuya ley esencial es: "el pensamiento crea, la palabra crea".
En el prólogo la autora, de nacionalidad francesa, se dirige a sus lectores de esta manera: "a mis amigos desconocidos", y en esta frase actualicé la conciencia real de lo que significa la lectura como puente. Un puente que atraviesa el tiempo y la geografía. Cuando este libro se editó, 20 de septiembre de 1962, faltaban 10 días para mi nacimiento. Y hoy al releer este prólogo, Marcelle Auclair también me habla a mí.
Por suerte, el asombro no se agota en los lectores. La LECTURA sigue siendo en mi vida un recreo eterno, una compañía silenciosa, un romance que se prolonga y me ayuda a crecer día a día.