Estaba espléndida, blanquísima, con una aureola multicolor que la embellecía aún más. La llamé con el mismo sonido que llamo a mis gatos, y se acercó. Se apoyó contra el protector, yo saqué mis dedos entre las delgadas rejas y se acomodó sobre ellos como si fuera un ovillo de lana.
Mienten los que dicen que es fría, que tiene pozos, que es irregular. Les aseguro que la luna es... perfecta.
Testigos, mis tres felinos y yo de este sublime momento, apenas transcurridos treinta segundos la solté, o tal vez ella se separó de mí. No sé quién decidió primero. Pero en instantes, como si el Creador la llamara, ascendió tan velozmente como llegó a mi casa.
Despertar y vivenciar un milagro semejante no es cosa de todos los días.
Quizá deba andar más atenta...
Excelente
ResponderEliminarCálido y sutil cuento. Para perderse en un sueño. Muy lindo Vivi.
ResponderEliminarUf. Me llené de bellas sensacines. Mientras leía, me permití estar junto a vos, observandolas.
ResponderEliminarGracias!!!!!!
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