Para más adelante por Vivi García
Cuando Eterna Manzoni cursaba el octavo mes
de embarazo empezó a pensar en no parir a su hijo, es decir dejarlo guardado en
su cuerpo para más adelante. Ella prefería postergar el nacimiento para tiempos
más benévolos, sin guerras, sin violencia, sin crisis económicas, total ¡qué
apuro tenía para soltarlo! El bebé estaba protegido, Eterna estaba acostumbrada
a llevarlo… Todos en la familia la miraban asombrados, el tiempo pasaba, pero
ella tranquila respondía lo de siempre: “para más adelante”.
Pasaron los meses, los años y el hijo de
Eterna seguía en su vientre. Era extraño su cuerpo, ella casi anciana y
eternamente embarazada.
Eterna falleció a los ciento dos años. En el
mismo instante en que su alma la abandonó, de su cuerpo brotó un hombre adulto con
un rostro con tal gesto de asombro, de confusión, de “dónde estoy” jamás visto
en un recién nacido. Los médicos que rodeaban a Eterna, que lucía como una
bella y añosa magnolia, nunca comprendieron el fenómeno. La familia lo llamó
Perpetuo. De inmediato la prensa, el mundo científico, los curiosos, quisieron
conversar con él, saber qué se sentía nacer con setenta años, pero Perpetuo repetía
casi como un mantra: “¡solo les puedo decir que extraño la música, la música,
esa música que escuché durante tanto tiempo!”.
- “¿Qué música?” – preguntó el periodista que dirigía
la entrevista en simultáneo para todos los canales y radios del mundo.
- La música de dos corazones – respondió Perpetuo con
lágrimas en sus mejillas.
Sublime
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