Compañía. Por Vivi García.
- Luisa, qué gusto encontrarla! La otra noche la vi regresar de la estación muy tarde, seguro que volvía de darle de comer a los gatitos, tenga cuidado... a esa hora suelen suceder algunas cosas...
- No te preocupes, Matías, yo estoy acostumbrada a ir de noche. Te contaré un secreto: pasada la medianoche dejo de estar sola.
- Sé que están los gatos, Luisa. Pero ellos...
- No me refiero a los gatos, me refiero a los aparecidos. Los que atropelló el tren porque cruzaron sin mirar o aquellos que cruzaron aún cuando vieron que el tren venía. Después de las doce se ubican a los costados de las vías donde han caído. No son muchos, dos, a veces tres, suelen estar en las cercanías del paso peatonal de nuestra esquina. Ahí se juntan los aparecidos.
- Y qué hacen, Luisa?
- Conversan, se ríen, cantan bajito hasta muy tarde, yo he ido por los gatos en diferentes horarios y los vi. Claro, no hablan conmigo, sin duda yo estoy del otro lado todavía...
- Bueno... Luisa, mejor me voy, espero que tenga un buen día. Me llevo este secreto que me acaba de contar...
- Buen día para vos, Matías. A veces parecen novedades aquellas cosas cotidianas, cierto?
- Puede ser, Luisa. Tal vez sea tal cual usted lo cuenta.
Matías volvió a su casa con un gesto dubitativo en su rostro. Luisa caminó serena hasta su edificio, entró, y se preparó unos mates.
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