Cuando yo tenía diez años estaba perdidamente enamorado del guardavida de la pileta. Lo observaba caminar, nadar, tomar sol...A veces él se subía al trampolín y después de dar tres saltos en esa tabla móvil se tiraba y caía hasta el fondo de la pileta, y cuando salía parecía un actor de cine sacudiéndose el agua que le había quedado en el pelo... Recuerdo especialmente el día que jugando en la pileta perdí los aparatos, sí, los aparatos de ortodoncia. Mamá me los había recomendado especialmente porque habían salido carísimos. Ella siempre me pedía atención con ellos porque había tenido que conseguir un segundo trabajo para pagarle al ortodoncista.
Yo tenía una cajita donde los guardaba y me la colgaba del cuello. Pero, si bien mamá me había advertido que no los llevara al club, me olvidé y me metí a la pileta con ellos. Al salir me di cuenta que los había perdido y ahí recurrí a mi héroe, a mí Aquaman... Le conté todo lo sucedido con lágrimas en los ojos, realmente ya era una actriz a los diez años. Me pareció conmovido. Me dijo que no me preocupara que si al nadar no los encontraba haría vaciar la pileta sólo para evitar que mi mamá me retara.
De inmediato se sacó la remera se tiró al buceó, rastreó todo el fondo de la pileta Y salió con los aparatos en sus manos. Yo lo aplaudí y lo aplaudieron todos! porque por el altavoz del club ya habían avisado que si alguien encontraba mis aparatos de ortodoncia en el agua por favor los devolviesen.
Bueno, en realidad todo esto es cierto hasta la escena que le pido ayuda llorando contándole lo sucedido... Nunca se tiró para buscarlos, ni hizo vaciar la pileta. Simplemente simuló interesarse.
Precozmente supe que los héroes sólo existen en el cine, y que los príncipes azules, tarde o temprano, destiñen!
Texto basado en un relato de Patricia Esponda.
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