viernes, 8 de mayo de 2020

"Un día en cuarentena y van..." por Vivi García.

   Es raro esto de estar en casa todo el día. Sólo salgo una vez por semana al supermercado y dos veces al día a alimentar gatos y palomas. ¡Casi me olvido del paseo hasta el contenedor de residuos y hasta el de los reciclables!
   En este tiempo aprendí muchas de las posibilidades que tiene un celular y una computadora a la hora de comunicarse virtualmente. Tomo clases, organizo algunas reuniones, hasta tomo un café con algún amigo pantalla de por medio.
   Todo esto que les cuento es mínimo. Nada tiene de trascendente, ni de profundidad; sólo es un relato cotidiano, doméstico, pequeño y con algo de humor en el que tal vez algún lector/a se identifique, se encuentre en esta crónica.
  A diario ordeno el departamento, me baño, hago actividad física, leo, bailo tango con un almohadón y varias chacareras, medito, rezo, escucho radio, hablo por teléfono, alrededor de las 20.00 me informo un poco, a las 21.00 aplaudo y escucho el Himno que llega desde otro balcón, alrededor de las 22.00 veo alguna película o serie y a la medianoche me voy a dormir. Y extraño. Como todos, extraño mucho.
   Tiene sus ventajas esta forma de vida (intento ver siempre el vaso medio lleno).  En soledad, en mi caso cuarenteneo con mis tres gatos, aparece una conversación interna, una auto visita al corazón, y vas depurando, "barriendo la casa interior", y al mirar hacia el futuro vés qué cosas volverías a elegir y cuáles no. Aparece un nivel de valoración que tamiza, limpia y ordena. La coquetería pasó a un plano, digamos... tercero, o décimo. Estoy mucho tiempo descalza,  ropa cómoda, el cuerpo se mueve con libertad dentro de viejas calzas. Soy más yo. Para alguna reunión virtual me pinto los labios con la intención de sumarle un poco de color al "meeting". Hasta comencé a agendar estos encuentros porque son varios. Retomé las clases de inglés, tejo bufandas y canto.
   Nada hay en este relato fuera de lo común, es chiquito, simple. Lo importante sucede entre la gente que trabaja en el área de la salud, de la higiene urbana, de la asistencia social, de seguridad, entre los rescatistas de animales, entre los voluntarios que asisten a las personas mayores, en la imposibilidad de trabajar, en las casas con los chicos sin escuela presencial, en las convivencias difíciles y en tantas otras situaciones complejas. Y, obviamente, en las personas que no han podido ganarle al virus y en sus familiares.
   La virtualidad no nos priva de ayudar a otros. Hay formas de transferir dinero a personas e instituciones vulnerables, de buscar la forma de alcanzar alimentos, ropa, artículos de higiene. Siguen existiendo estrategias para estar con los otros. y creo que pronto, con barbijo y distancia podremos encontrarnos en vivo.
   Esta cuarentena nos dejará mucho aprendizaje. Nos cambiará la mirada. Ya cambió, ¡quiero creer! Hacia el vecino, el perro, el río, el agua, la plaza, la convivencia, la ciudad... ¡todo! Todo tiene un brillo nuevo. 
   Conservaré de esta experiencia algunos hábitos: el cambio de calzado al entrar a mi casa, la higiene reiterada de manos, la tos en el ángulo del codo... y cuidaré como un tesoro cada encuentro cara a cara, cada abrazo, cada caricia.
   La Vida es una Escuela. A veces nos toca enseñar, y siempre nos toca aprender. Cada minuto, si estamos "despiertos", aprendemos cosas nuevas, por ejemplo, a ser personas sensibles, a centrarnos  en lo "nuestro" más que en lo mío..
   Como dice el cuento del anillo del rey... "ESTO TAMBIÉN PASARÁ", y seguramente saldremos con un corazón NUEVO.

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