lunes, 4 de mayo de 2020

"Bendita cuarentena" por Vivi García

    

"Bendita cuarentena" por Vivi García

      Antes de la cuarentena, se mudó un hombre al edificio que está justo frente al mío. Casualmente ambos vivimos en el segundo piso. A su balcón del mío lo separa, cual canal de Venecia, la calle Esperanza. Mi barrio es una pequeña aldea, rareza de la gran ciudad, por eso cuando lo descubrí al caballero en plena mudanza hice, y me atrevo a confesarlo, mis averiguaciones. Recurrí al encargado de mi edificio. A las pocas horas supe que se llamaba Nicanor, tenor de profesión y que trabajaba en el famoso salón de té "Viva la ópera". De no estar cuarenteneando ya hubiese reservado una mesa para escucharlo. 
   Aquel día, lo espié desde el balcón mientras bajaba del camión de mudanzas un antiguo y distinguido sillón, intuí que era un hombre como para... ir a tomar un café.
   Nicanor tendrá unos sesenta y cinco años, canoso, ni alto ni bajo, de bella sonrisa.
   Pasaron marzo, abril, mis estadías en el balcón aumentaban en horas hasta que me decidí. Le hice llegar una breve esquela que a través del encargado, generoso como pocos, llegó a manos del... artista: "¡Bienvenido al barrio señor Nicanor! Espero que se sienta a gusto en su nueva residencia. Mi nombre es Carmen, escuché al pasar algo sobre su bello oficio. Admiro el género que usted desarrolla, y si desea conocerme sólo tendrá que salir a su balcón a las cinco, dirigir la mirada hacia el mío que está frente al suyo, y listo. No hará falta el uso de barbijo,  dadas las circunstancias mundiales, porque la distancia es considerable.    Lamento no poder invitarlo con una taza de té, pero al menos nuestras miradas podrán encontrarse".
   En el primer encuentro balconeado sólo nos saludamos, sonreímos y cada uno saboreó su infusión.
   Al día siguiente recibí sobre un hermoso papel celeste, vía encargado, su número de teléfono.
   Comenzamos a hablar un par de horitas cada noche. Y hace apenas unos días me animé y le propuse cantar en su balcón para todos los que habitamos la calle Esperanza. "Lo pensaré", dijo antes de cortar.
   Al día siguiente corrió la invitación de ventana a ventana, de vereda a vereda, de celular a celular. Y a las veinte en punto de un viernes glorioso Nicanor cantó un fragmento de un acto de la ópera de la cual heredé el nombre. Y por un rato, con el espíritu de Bizet* como testigo,  Nicanor nos llevó con su voz y actitud al siglo diecinueve, a Sevilla, y fuimos Carmen y Don José y los aplausos se escaparon de todas las casas para elevarse hasta el balcón del tenor que acababa de embellecer, tal vez sin ser consciente de ello,  la vida en cuarentena.

* Georges Bizet, autor de la música de la ópera "Carmen".   

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