jueves, 24 de junio de 2021

"El milagro de su voz" por Vivi García

 

“El milagro de su voz”

(Homenaje a Carlos Gardel)

*Lo que está en “negrita” debe cantarse.

 


            Como cada veinticuatro de junio fui a verlo a Carlitos a la Chacarita. ¡Qué se yo! Estar ahí, tocar el bronce... “El bronce que sonríe”. Me hace sentir bien... ¡me hace sentir que estoy cerca de él, de su esencia!

            Yo ya te conté lo del año pasado, ¡fue tan fuerte el encuentro ! Llegué al cementerio de mañana y me puse a mirar el monumento como redescubriéndolo: su sonrisa intacta, su porte..., debí cerrar mis ojos con fuerza para no llorar. Serán los años, la nostalgia... No sé.

            Pero este año fue diferente - prestá atención. Llegué al cementerio con la convicción de que ochenta años no son nada. Estaban por cerrar. Yo entré sin tomar en cuenta el reloj. Dejé, como siempre, el ramito de violetas en la puerta de la bóveda y me dirigí hacia el bronce.

            - Vos no entendés..., te reís porque no sentís lo mismo que yo. A mí me corre el tango por las venas y tengo un fuelle en el pecho, que se acelera cuando escucho la voz del Zorzal.

            No jodás, che, necesito contarle a alguien lo que me pasó en “La Chacarita”.

            Lo tomé del brazo, del brazo de bronce, y como un loco empecé a cantar..”Mi Buenos Aires Querido...” Estábamos juntos, codo a codo, paladeando la ciudad, ¡nuestra ciudad!, y sintiendo las veredas en los pies...”Tomo y obligo mándese un trago...” Borrachos, ¿entendés? Borrachos de música y de tiempo, y digo borrachos porque me parecía que los dos sentíamos lo mismo...

            - No pongas esa cara! ¡Hoy necesito una oreja y tenés que escucharme! No preguntes cómo sucedió, lo cierto es que yo seguía cantando. De pronto me detuve para secar un lagrimón que se me había piantado hacía rato, y en ese momento me dí cuenta que era de noche. Ya habían cerrado el cementerio.

            - Te das cuenta... Yo voy a  la Chacarita todos los veinticuatro  de junio desde el cuarenta y dos, tenía diecinueve años la primera vez que me arrimé con el ramito de

violetas; ¡y hoy con setenta  y dos pirulos tengo el privilegio de pasar la noche junto a Carlitos, sonriendo y cantando para mí!

            - Y...¿qué me contás? Querés que siga, ¿no? ¡ Qué noche! Por suerte había estrellas. La luna -no se la iba a perder- estaba sobre la cruz de la capilla.

            Creo que eran las dos cuando acomodé mis huesos a los pies de Carlitos y me dejé llevar por la emoción...

Silencio en la noche ya todo está en calma...” ¡Comenzó a cantar mientras daba sus primeros pasos  para abandonar el bronce! ¡Caminaba! Yo me avivé y de un salto me incorporé. Me sonrió, como quien corre un telón, y nos fuimos bailando, caminando o volando -daba lo mismo- hasta un banco, esos  de cemento y granito, como los que hay en las plazas.

            ¡Carlitos! ¡Pucha, no tener testigos de este milagro!

            Fumamos, bailamos, reímos, cantamos...

            Los tangos brotaban como el rocío. Yo no sentía frío, ni hambre, ni sed. Cantamos...,cantamos al compás de un bandoneón imaginario embriagado de noche y de pasión:

 

                                               “...Barrio, barrio,

                                               que tenés el alma inquieta

                                               de un gorrión sentimental

                                               pena, ruego,

                                               es todo el barrio malevo

                                               melodía de arrabal.

                                               Viejo barrio

                                               perdoná si al evocarte

                                               se me pianta un lagrimón

                                               que al rodar en tu empedrado

                                               es un beso prolongado

                                               que te da mi corazón...”

 

............. Llegó la mañana , y con ella uno de los cuidadores del cementerio. Me sacudió y me puso en órbita. Me observó con cara de no entender, pero no preguntó nada, por suerte.

            Me arreglé las pilchas, acomodé las ideas y sonreí. El piso, alrededor del banco, estaba alfombrado con puchos y Carlitos, desde el bronce, lucía el ramo de violetas en el ojal...

            Sonreí nuevamente y me fuí silbando “Volver...”

            - No me mires así, ¡fue un milagro! No lo soñé. No te rías, che, vos no entendés porque no sentís lo mismo que yo. A mí me corre el tango por las venas, y tengo un fuelle en el pecho, que se acelera cuando escucho la voz del Zorzal... ¡No jodás, che, no jodás!

                                                                                   Vivi García

            (Las letras de tango que están en “negrita” pertenecen a Mario Battistella y Alfredo Le  Pera)

·        Publicado en “El grillo cuenta, vol. IV”

·        Narrado en la Biblioteca Nacional por Bendita Berlín

·        Leido por Miguel Angel Solá y Blanca Oteiza en el programa de radio “Cartas que vienen y van”

·        Leido y musicalizado por Ricardo Horvath en el programa “Café, bar, billares”, (Radio de la Ciudad).

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2 comentarios:

  1. Como te dije Vivi!!!!! Cada dia escribis mejor!!!! Me encantó!!!! Recuerdo cuando lo escuché a Daniel en Ter contando el otro cuento de Gardel cuando ví Leame más....besote de bandoneon!!!!!!

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