viernes, 31 de mayo de 2024

Bendita milonga.

 

“¡Bendita milonga!” (único acto).                           por Vivi García

Dos mujeres concurren a una milonga del Centro. El organizador les propone compartir la mesa. Conversan amistosamente como si se conocieran de toda la vida.

-          Hola, Carlos me sugirió sentarme con vos, ¿te molesta?

-          ¡Para nada! Soy Paula.

-          Tere, ¡un gusto! ¿Qué onda hoy?

-          Viene medio flojo, hay pocos hombres. Y sólo dos chicas conducen.

-          Habrá que aprender los dos roles y se termina el planchazo.

-          Me río porque a pesar de las sorpresas que ofrece la milonga: un día se baila mucho y otro poco y nada, a pesar de los vaivenes sigo viniendo casi con asistencia perfecta.

-          Sabés lo que pasa Paula, ¡en una milonga se encuentran tantas cosas! Por eso venimos.

-          Si lo sabré, para mí es una terapia. Te tomás un cafecito, conversás,  escuchás música disfrutás la letra de los tangos  y con suerte bailás mucho. O algo. Pero lo suficiente como para salir contenta y con endorfinas nuevas.

-          Y qué decir del abrazo! Claro que nada mejor que salir a la pista con un buen bailarín, que pise a tiempo, que tenga un abrazo cerrado, con marca precisa.

-          A veces me pregunto por qué algunos tipos nunca me sacaron. Me defiendo bailando. Tomo clases. Vengo prolija. ¿Por qué será?

-          Tengo dos teorías. La primera: bailan siempre con la mismas mujeres y eso les da seguridad; la segunda:  no se  animan porque te vieron bailar bien.

-          Me gusta la segunda instancia. Ja!

-          ¿Ves al de camisa celeste?, lo miro desde hace meses y nunca me sacó. Ojo que baila normal, no es el Cachafaz. 

-          Tal vez el  crea que lo es. Qué sé yo. Los hombres son raros.

-          Bueno, yo también esquivo la mirada más de una vez así evito el cabeceo cuando no me gusta como baila.

-          ¡Empate entonces!

-          Sí, empate. Pero creo que es tiempo de cambios. Bailar ambos roles, sacar o cabecear a los hombres o a otras mujeres… ¡Cambios! A mi gusto hay mucho ritual, mucha formalidad…

-          ¡Tenés razón!

-          ¿Y si empezamos hoy?

-          ¿Te parece? ¿Hoy?  ¿Ahora? ¿Ya?

-          Sí, ¡ya! Debemos accionar de lo contrario seguiremos en la silla.

-          ¡Dale!, yo voy a cabecear al de remera azul.

-          Yo, al de camisa a cuadros.

-          ¡Suerte!

-          ¡Igual para vos!

Paula y Tere abandonaron la mesa ante la aprobación de los caballeros cabeceados. No pararon de bailar aquella tarde noche. “Cambia todo cambia”, dice la canción. Y es así nomás.




No hay comentarios:

Publicar un comentario