“¡Bendita
milonga!” (único acto). por Vivi García
Dos
mujeres concurren a una milonga del Centro. El organizador les propone
compartir la mesa. Conversan amistosamente como si se conocieran de toda la
vida.
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Hola, Carlos me sugirió sentarme con vos, ¿te molesta?
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¡Para nada! Soy Paula.
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Tere, ¡un gusto! ¿Qué onda hoy?
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Viene medio flojo, hay pocos hombres. Y sólo dos chicas conducen.
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Habrá que aprender los dos roles y se termina el planchazo.
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Me río porque a pesar de las sorpresas que ofrece la milonga: un día
se baila mucho y otro poco y nada, a pesar de los vaivenes sigo viniendo casi
con asistencia perfecta.
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Sabés lo que pasa Paula, ¡en una milonga se encuentran tantas cosas!
Por eso venimos.
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Si lo sabré, para mí es una terapia. Te tomás un cafecito, conversás, escuchás música disfrutás la letra de los
tangos y con suerte bailás mucho. O
algo. Pero lo suficiente como para salir contenta y con endorfinas nuevas.
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Y qué decir del abrazo! Claro que nada mejor que salir a la pista con
un buen bailarín, que pise a tiempo, que tenga un abrazo cerrado, con marca
precisa.
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A veces me pregunto por qué algunos tipos nunca me sacaron. Me defiendo
bailando. Tomo clases. Vengo prolija. ¿Por qué será?
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Tengo dos teorías. La primera: bailan siempre con la mismas mujeres y
eso les da seguridad; la segunda: no se animan porque te vieron bailar bien.
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Me gusta la segunda instancia. Ja!
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¿Ves al de camisa celeste?, lo miro desde hace meses y nunca me sacó. Ojo
que baila normal, no es el Cachafaz.
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Tal vez el crea que lo es. Qué
sé yo. Los hombres son raros.
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Bueno, yo también esquivo la mirada más de una vez así evito el
cabeceo cuando no me gusta como baila.
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¡Empate entonces!
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Sí, empate. Pero creo que es tiempo de cambios. Bailar ambos roles, sacar o
cabecear a los hombres o a otras mujeres… ¡Cambios! A mi gusto hay mucho
ritual, mucha formalidad…
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¡Tenés razón!
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¿Y si empezamos hoy?
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¿Te parece? ¿Hoy? ¿Ahora? ¿Ya?
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Sí, ¡ya! Debemos accionar de lo contrario seguiremos en la silla.
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¡Dale!, yo voy a cabecear al de remera azul.
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Yo, al de camisa a cuadros.
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¡Suerte!
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¡Igual para vos!
Paula y Tere abandonaron la mesa ante la
aprobación de los caballeros cabeceados. No pararon de bailar aquella tarde
noche. “Cambia todo cambia”, dice la canción. Y es así nomás.
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