En tiempos de redes… ¡cartas! Nº 26
Miércoles 2, apenas 2 de octubre….
José María, si te da lo mismo, prefiero sábado para cenar. El lugar donde vos vivís es muy lindo, es un pasaje pintoresco que linda con los fondos de la Iglesia Catedral Ucraniana. Es cerca de mi casa. Ya lo charlaremos, pero con respecto a los interlocutores valiosos hay algo muy subjetivo. Por ejemplo, alguien que quisiera conversar conmigo de fútbol se aburriría un montón dadas mi ignorancia y desinterés. Ya hablaremos un montón de esto y mucho más.
Y mientras esperás el cuento prometido te anticipo este relato de una escritora o escritor que tiene un seudónimo muy especial: “Ocho cortado”, sin duda es milonguera o milonguero porque el ocho cortado es un paso muy frecuente en el tango. Aquí va el relato:
"Sacapuntas" por Ocho Cortado.
Eran tiempos de cartas,
¡cartas! De papel perfumado y sobre en composé. Una por semana, dos tal vez. Él era un artista plástico que vivía en un pueblo
de la provincia de Buenos Aires. Ella, en
la cuidad grande y ruidosa. El cartero frecuentaba esas casas como las palomas
a los campanarios de las iglesias. Ese era el vínculo que por diversas razones
pudieron construir.
Para Laura no existía sonido más bello que el del timbre que
anunciaba la entrega de una nueva carta. Antonio, en cambio, disfrutaba del
canto del sacapuntas al desnudar los lápices con los cuales le escribía. Rojos,
a veces verdes, negros, violetas. Con la viruta colorida fabricaba sueños que
plasmaba en sus cuadros.
Un sábado por la mañana, Laura recibió al cartero una vez más.
Era una invitación de Antonio a una muestra de pinturas. Se dirigió hacia el
salón de arte ubicado en pleno centro de la ciudad. Perpleja se detuvo frente a
un cuadro pequeño pero imponente desde su absoluta sencillez. Predominaba el
collage como técnica: papeles de diversas texturas, piedras de colores,
pequeñísimo objetos y viruta de lápices. La obra se titulaba "Hasta que me
leas". Ella lo buscó entre los presentes. Antonio ya la había distinguido
entre la gente. El abrazo duró lo que varias cartas tardaban en viajar de una
casa a la otra.
La correspondencia siguió hasta el último suspiro de Antonio.
Hasta la última lágrima de Laura.
La obra, con algunas virutas menos, está en mi living. La heredé
de mi abuela Laurita junto a un manojo de cartas que aún hoy huele a lavanda y
jazmín acompañado del relato de mi madre que con pudor me obsequió esta
historia de amor por entregas.
Cartas, ¡muchas! Las guardo en el cajón de mi escritorio. Tal
vez, algún día me atreva a leerlas.
A mí me pareció muy bello el relato, el
lugar del narrador escritor, el giro del final. En fin este texto es un
anticipo del sábado.
Excelente
miércoles te deseo José María.
María Victoria.
PD.: Llevaré el
postre. ¿Te gusta alguno en especial? Por casualidad, ¿tendrás alguna carta de
papel que podamos leer juntos? Siempre me gustó observar la letra cursiva de
las cartas añosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario